De caminatas por la jungla y supervivencia.

Llegamos a Chiang Mai el lunes 25 de marzo a las 8 de la noche, después de un día eterno dando vueltas de una punta a la otra de Tailandia en autobús en busca de mi visa run. Habíamos arrancado la noche anterior en Ayutthaya cuando tomamos el bus con masajeador de espaldas en dirección a Chiang Rai, desde Chiang Rai fuimos a Mae Sai, desde ahí a la frontera a renovar la visa, y de ahí volvimos por la misma ruta hacia Chiang Mai, llena de curvas y contra curvas, donde la gente tiende a descomponerse SIEMPRE y a vomitar en bolsitas.

Llegamos a la terminal de autobuses sin reserva de hotel pero con el nombre de un guest house en el bolsillo: Dreamhouse. Un señor tuk-tuk al grito de “si, se dónde queda” nos llevó hasta la puerta. Entramos y nos encontramos con un chico de unos 20 años sentado delante de su laptop comiendo semillas de girasol que nos hizo pasar y nos hizo un descuento porque nos íbamos a quedar más de tres noches. El hotel está construido y decorado de una manera antigua al estilo asiático, con elefantes y paisajes tallados en la madera oscura color caoba de todas las puertas, armarios y  sillas, y las habitaciones son súper amplias y limpias.  En este lugar pasamos los 7 días que estuvimos en Chiang Mai, y nos gustó tanto que se lo recomendamos a todo el mundo. Pagamos 400 bahts la noche, (de lo que hubieran sido 450) equivalentes a casi 13 dólares. Lo atiende lo que creemos es una familia pero no estamos seguros si eran todos hermanos o padre madre e hijos. De lo que estamos seguros es de que la mujer propietaria fue lo más amable simpática y servicial que nos tocó en casi todo el viaje. Y en este guest house recibimos casualmente la bendición de un monje budista (que nos viene durando impecablemente).

Chiang Mai es la ciudad más importante del norte de Tailandia donde abunda el arte callejero, la música los bares, los trekkings con elefantes, los templos y donde los domingos la ciudad se convierte en una feria callejera llenas de puestos de comida, ropa, suvenires y música a la gorra.
Al día siguiente de nuestra llegada arribaron al aeropuerto, directo desde Bangkok y a su vez directo desde Argentina…¡Mis padres! que se recorrieron medio planeta solo para acompañarnos durante 7 días por este suelo asiático, y después de no habernos visto durante más de un año encontrarnos en este país fue casi surreal.

ma y pa tuk tuk

Nosotros la noche anterior de ansiosos que somos ya habíamos programado casi toda la semana. Habíamos encontrado un tour que nos pareció muy adecuado para los cuatro. Se llamaba “Earth Eco Tour” y tenía varias opciones, de un día, de dos, de tres. Nosotros elegimos el tour de 3 días y dos noches que valía 1000 bahts cada uno (equivalentes a 32 dólares).
El tour iba así. 1er día: Te pasaban a buscar a las 9 de la mañana, te llevaban a una granja de orquídeas (a lo que yo pensé “genial”, porque a mi Mamá le encantan las orquídeas y de hecho tiene una importante colección de orquídeas “prestadas” de todos los lugares tropicales que ha visitado). Tenías la opción de pagar 300 bahts más y visitar el “museo humano” donde veías a las mujeres de la tribu Karen, o de “cuello largo”, a la que fuimos. De ahí te llevaban a hacer trekking en elefante, y a continuación empezaba la caminata de 3 horas por la jungla. A la noche cenábamos y dormíamos en una aldea de la tribu Lahu, en la jungla. El 2do día constaba de otra caminata de dos horas y media por la jungla hasta una cascada donde almorzabas y pasabas la noche. El 3er día un poco más de caminata en la selva, rafting, rio y cascada todo el resto del día.

Bien, nuestro primer día empezó bien, nos llevaron al jardín de orquídeas y vimos cientos y cientos de orquídeas en flor, muy hermosas, nos sacamos mil fotos y mi mamá se compró una súper especial.   Seguimos camino hacia el “muse humano”, y lo llamo así porque es la sensación que te da. Es un pequeño lugar al aire libre muy hermoso con un arroyo y unas cascaditas, que supongo fue armado especialmente para el turismo, con su boletería en la puerta y todo (en puerta vale 500 bahts, o 16 dólares, la entrada) donde varias familias de diferentes tribus de estas montañas tailandesas se juntan y pasan el día en unas cabañitas de caña, imitación de las reales que se encuentran en las montañas, trabajando en sus telares, con sus ropas tradicionales y sus anillos de bronce en el cuello y pantorrillas.

DSC06035

Sólo vimos mujeres y niñas, y la cuestión es que están ahí solo para que los turistas vayan a ver como se visten, y a sacarles fotos. Ellas posan muy amablemente, miran fijo al objetivo y sonríen cuidadosamente. Está bien, es un trabajo, éstas familias reciben un porcentaje del dinero de las entradas, y quizás sea la forma más fácil de ver los trajes tradicionales de estas tribus y sobre todo los famosos cuellos largos, pero no podes dejar de pensar que estas en un museo humano lleno de nenitas que mientras trabajan en sus telares te dejan que les saques fotos.

DSC06086

Yo caminaba con mi cámara en mano mirando todo esto y sintiendo esto está mal, cuando de repente  veo a una nena que tendría 5 años, sentadita trabajando en el telar, me acerco apenas y agacho dispuesta a sacarle una foto. Ella en un segundo deja de mover las manos, da vuelta la cara y me mira fijamente con una mirada de odio que me atravesó la cabeza. Yo baje la cámara y me quede mirándola a los ojos sin decir nada. Ella dio vuelta la cara y no me volvió a mirar más. A los dos segundos se levantó y se fue, y al instante escuché lo que pienso sería un “sentate ahí y quedate quieta” de su madre que estaba en la parte de atrás de la cabaña. Ella volvió, se sentó y en medio de un berrinche siguió trabajando en su telar aguantando la bronca. Yo a pesar de todo le saqué varias fotos. Eze me dijo que en ese momento tendría que haberme aguantado y sacarle la foto igual pero no me aguanté.

Más tarde le saqué ésta foto...

Más tarde le saqué ésta foto…

Justo ahora mientras estoy escribiendo esto recibí un mail de mi Papá y me encontré con la grata sorpresa de que él nos estaba observando a unos metros sin que yo sepa.

la mirada 2

El tour seguía con la caminata en elefante de unos 20 minutos, de la que me arrepentí muchísimo cuando vi como los Mahout los maltrataban para que caminaran. Mahout es el cuidador y hermano protector del elefante, o lo que debería ser, y es un vínculo que dura toda la vida. Estos usaban varillas de caña, piedras que les tiraban con gomeras a las patas y el famoso hook, que es un palo de madera con un gancho de acero en la punta con lo que golpean a los elefantes en la cabeza o en las orejas o en cualquier lugar sensible para que obedezcan. Y lo peor es que uno tiende a pensar “son elefantes, no sienten tanto porque tienen la piel gruesa”…error. Si sienten, tienen la piel gruesa pero no muerta o insensible. De hecho en las patas tienen una sensibilidad extrema que usan para sentir las vibraciones de la tierra. Fue terrible, pero al menos al terminar la caminata en el río Mae Tang fue muy reconfortante verlos bañarse en el río como si fueran cachorros! Y son tan enormes y pesados. Bellos gigantes.

DSC06142

DSC06144

Ahora nos tocaba arrancar la caminata por la jungla. Éramos un grupo de 10 personas, todos de diferentes edades y lugares del mundo. Los dos guias habrán tenido entre 24 y 27 años, de uno de ellos no recuerdo el nombre lamentablemente, pero el otro se llamaba Pad y media un metro como mucho. Ellos al presentarse nos dijeron que eran de un pueblo al sur de Chiang Mai, pero que su casa era en realidad la selva. Y lo demostraron. La caminata duró como 4 horas y fue muy intensa y dura. Durante todo el camino fui pensando que en lugar de “caminata por la jungla”  le hubiera quedado mejor el título de “escalada de montaña en la jungla”. El calor que hacía se fue intensificando cada vez más y desde la mitad hacia el final de la caminata fue muy duro, al menos para mí que iba hiperventilando como si estuviera corriendo una maratón. Fue en este momento que decidimos que después de esta caminata eterna y mortífera lo que menos necesitábamos eran otras dos, así que  cancelamos los tres días de excursión para volver al día siguiente a Chiang Mai. Y mientras tanto nuestro guía (o sea Rambo) se encargaba no de ir mirando el suelo lleno de piedras y hojas deslizantes para no caerse, sino de hacernos con una caña de bambú y machete en mano unos vasos para cada uno de nosotros, tallados con elefantitos, palmeras y todo mientras saltaba como bamby por el bosque. Un capo total.

Así exactamente.

Así exactamente.

El eterno humo.

Llegamos esa noche a la sima misma de la montaña casi muertos, casi arrastrándonos  y nos encontramos con una mini aldea de unas 20 casitas construidas con caña de bambú  y a una altura importante (tres metros quizás). Nos duchamos con el agua congelada y nos dispusimos fresquitos y limpitos a esperar la cena que nuestros guías estaban preparando dentro de la cabaña…si, dentro…y no eran sándwiches fríos justamente. En unas vasijas de barro con brasas, humo y todo lo que corresponde nos prepararon unos curris espectaculares, de pollo y vegetariano en compañía de arroz blanco, y tenían unas cuantas latas de gaseosas y cervezas frescas… (A 20 grados) que nos tomamos felizmente, con brindis incluido por supuesto.

cenando en las montanas

Digamos que la noche que pasamos en sí no cumplió con casi ninguna de nuestras expectativas. En primer lugar, en la aldea de enfrente, cruzando la ladera de la montaña, quemaron casi todo el bosque haciendo un humo tan espeso que no nos dejó ver ni una sola estrella, atardecer o amanecer alguno, es más creíamos que nos despertaríamos incinerados. En segundo lugar, cuando nos dispusimos a relajar el cuerpo y la mente después de tanta escalada y a dormir…un centenar de perros que había dando vueltas en la aldea se pusieron a “comunicarse”, ponele, con los perros de enfrente, a ladrar todos a la vez y a continuación a pelearse entre ellos gruñirse ladrar más fuerte y cada vez más perros y así hasta que Pad salía con la gomera y les tiraba piedras para que se separaran y se callaran, a los 20 minutos se agarraban otra vez y así toda la noche. Y para reventar la noche en último lugar: los gallos. Una bandada de gallos, todos con el reloj desajustado, empezaron a cantar a las tres de la mañana a todo pulmón justo debajo de nuestra cabaña, esto es justo a dos metros de nuestros oídos, hasta las 7 que se calmaron…o sea, nunca entendieron su función en esta vida.

Ya bañados y listos para cenar. De fondo: incendio forestal.

Ya bañados y listos para cenar. De fondo: incendio forestal.

A la mañana siguiente desayunamos frutas tostadas y te, Pad nos cocinó el almuerzo (noodles con vegetales salteados) que yo y Eze le ayudamos a “empaquetar” en unas hojas de banana así cada uno podía cargar con su propio almuerzo. La caminata esta vez duro unas dos horas y media, pero fue todo el tiempo en bajada y fue igual o más duro que la subida, más el aderezo del colchón de hojas secas que había en el camino y hacían a veces de tobogán olímpico, cosa que no estaba buena. Mientras todos nosotros nos preocupábamos por bajar de la mejor manera para no resbalarnos y rompernos la cabeza, Pad iba dando saltitos con su machete en mano esta vez haciéndonos los palitos con los que íbamos a almorzar más tarde.
Llegamos a la cascada casi desesperados del calor, completamente traspirados y fue hermoso! El agua estaba bastante fría, de hecho mi papá tomo la temperatura con su reloj cibernético y daba 17 grados. En contraste con los 45 del exterior fue un golpe importante, pero salvador. Nos dispusimos a almorzar los noodles, que estaban buenísimos, a la orilla para juntar fuerzas y seguir con la segunda parte de la caminata final.

Una hora más tarde llegamos al campo de rafting donde nos tocó esperar una media hora zambullidos en el arroyo a que llegue el resto del equipo con los cascos remos e instructores. Esta creo que fue la mejor parte de todas, y la más divertida. Teníamos un instructor, que no era muy simpático la verdad, y nos daba órdenes de tipo “¡Remen!” y vos remabas fuerte, “¡Todos a la derecha!” y vos tenías que saltar disparado hacia la parte derecha del gomón, o “¡Todos al medio!” y así nos fue llevando todo el camino por las partes rápidas del rio. Como nos reímos por dios con mi Mamá y mi Papá saltando de una parte del gomón a la otra, todos nos resbalábamos y nos caíamos, se nos daba vuelta el casco y se nos subía el chaleco. Un desastre.

Finalmente esta travesía terminó un día antes y nos dejó a todos con dolores musculares profundos por el resto de la semana. Nos llevamos muchos recuerdos, no todos hermosos pero si todos significativos. Y un vaso hecho de bambú y tallado por el “grandísimo” hombre de la selva: Pad.

Así llegabamos al campo de rasfting...

Así llegábamos al campo de rasfting…

Armando las viandas

Armando las viandas

Eze dejó la cámara y vino a ayudar...

Eze dejó la cámara y vino a ayudar…

Desayuno tempranito.

Desayuno tempranito.

DSC06229

DSC06298

Pad.

Hay quipo!

Hay quipo!

PARA VER MÁS FOTOS HACÉ CLICK ACÁ!

Una respuesta a “De caminatas por la jungla y supervivencia.

  1. Pingback: Chiang Mai: ¿Qué hacer por ahí? | Mi Mundo en Miniatura!·

Que opinas? Deja un comentario...