Chiang Mai: ¿Qué hacer por ahí?

La semana que pasamos en Chiang Mai con mis padres fue bastante variada y movida, hicimos de todo, comimos mucho, paseamos por la ciudad en bicicleta, charlamos con monjes, caminamos dos días por la jungla, pasamos una tarde en un lago donde no había más turista que nosotros cuatro, en nuestra visita a Chiang Rai casi nos lleva un huracán y más tarde casi nos mata un taxista en la ruta. Pero vamos de a poco.
Los primeros dos días nos los pasamos de caminata por la jungla, y al volver decidimos que ya estaba bien de excursiones, sobre todo porque después de ese intensivo casi no podíamos ni caminar (ni hablar de subir las escaleras del hotel hasta el segundo y tercer piso donde quedaban nuestras habitaciones) así que decidimos quedarnos a recorrer la ciudad, y alquilamos bicicletas.
Al día siguiente de nuestra aventura por el monte alquilamos cuatro bicicletas (a 50 bahts el día cada una, en Dreamhouse, nuestro súperstar guest house)  y nos fuimos a recorrer los templos de la ciudad, bajo el sol y el calor insoportables de la mañana. Alquilar una bicicleta es sin duda la mejor manera y la más linda para pasear por la ciudad y aprovechar el vientito casi-fresco en la cara mientras tanto.

Bicicleteando!

Bicicleteando!

En estos templos el ambiente era muy diferente a los que visitamos anteriormente en Bangkok, no había tanta gente, de hecho no había casi nadie, por ende la atmósfera era más tranquila y relajante.
En uno de los paseos nos encontramos con una mujer viejita sentada en el suelo sobre una mantita con seis o siete jaulitas hechas de mimbre redondas bien chiquitas y un cartelito de “un dólar”, cuando me agacho a ver que tenía ahí dentro veo que en cada jaulita había tres o cuatro pajaritos chiquitos amontonados…comprabas su libertad a cambio de buena suerte. Una crueldad más hacia los para nada protegidos animales de Tailandia que nos tocó ver.

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En este mismo templo, el Wat Chedi Luang, aprovechamos la oportunidad de tener una conversación con los mojes budistas. Es una actividad bastante interesante que hacen en este templo, “Monk Chat” es un espacio de intercambio abierto para cualquiera que se interese por la vida de estos particulares seres, o sobre cualquier aspecto de la cultura y vida tailandesa, o sobre el budismo en general, y ellos a cambio practican su inglés de la mejor manera existente posible, que es hablándolo (Abierto todos los días de 9am a 6pm, para más información: Click Aquí!

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Paseando por el Wat Phra Singh, el templo más grande de Chiang Mai, entramos en la sala principal, caminamos hasta el altar y vemos en un costado a la derecha a un monje viejito en medio de algunas estatuas de bronce como en un altar, sentadito en posición de loto meditando. Todos en silencio y a los codazos nos pasamos el chisme unos a otros “Mirá el monje ahí meditando! Sacale una foto! Que impresión!” De costado atrás de una columna le robamos una foto y nos quedamos mirándolo de reojo y haciendo silencio para no desconcentrarlo. A los cinco minutos nos acercamos un poco más…y nos dimos cuenta que era UN MUÑECO DE CERA! (jajaja!).

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Exactamente ésta foto robamos.

Impresionantes!

Impresionantes!

Este templo está lleno de muñecos de cera que son impresionantes, increíblemente reales. Son monjes viejitos en posición de loto meditando desparramados por todo el templo! Es muy bueno.

Que pasa?

Que pasa?

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Ese día más tarde una vez que cayó el sol fuimos en nuestras bicicletas a visitar el Night Bazaar, un mercado nocturno que nos quedaba cruzando un poco en diagonal la ciudad, fuera de la muralla (Pausa: el centro turístico de Chiang Mai se encuentra en una antigua ciudad amurallada, donde están todos los templos y centros importantes de esta capital cultural, y por supuesto nuestro guest house) camino que hicimos en fila india los cuatro en bicicleta, y que al cabo de unos 10 minutos nos percatamos estábamos haciendo olímpicamente en contra mano. Sin darle más importancia seguimos hasta el final por el mismo carril. Llegamos a un shopping gigante lleno de luces por dentro y por fuera, y en las veredas a  ambos lados de la calle un mercado nocturno interminable de ropa, accesorios, suvenires, imanes, más ropa, llaveros, calzados, sombreros, lentes para el sol, etc., etc., etc., y al final de todo…lo que habíamos ido a buscar: el mercado de comida callejero. En esta parte de la ciudad nos encontramos con una importante comunidad musulmana y de repente todo el ambiente había cambiado, no alcohol, olor a curries especiados y picantes en el amiente, hombros y cabello cubiertos, sólo mujeres trabajando. Pasamos esa noche comiendo y conversando con gente que nos escuchaba hablando español y se nos sentaban a la mesa. Más tarde nos encargamos de llevarnos todos los suvenires que fuimos capaces de cargar.

Al día siguiente, en nuestro quinto día de estadía decidimos ir a visitar el templo blanco, Wat Rong Khun, en Chiang Rai, una ciudad que queda a 185 kilómetros de Chiang Mai. Sin prisas salimos al medio día en autobús desde la terminal de Chiang Mai con la empresa Green Bus, pagamos 180 bahts cada uno, sólo  ida y nos enteramos de paso que esta es la única empresa que viaja a Chiang Rai. El viaje dura 3 horas aprox.  y el camino es lo peor del mundo. Es una autopista bastante nueva, pero que va en zigzag durante todo el trayecto, va curva y contra curva, curva y contra curva…y a nosotros no nos pasó nada pero todas las veces que hicimos ese viaje (que fueron cuatro, la primera una ida y vuelta cuando fuimos a Mae Sai por la visa Run) alguien muy cercano a nosotros se descompuso, y el bus no tiene baño, por lo que cuando subís abordo la azafata te da un manojo de bolsitas de plástico transparentes (ya podrían haber sido negras) y la gente se pasa el viaje vomitando en bolsitas y colgándolas de las manijas en los asientos. Muy muy muy asqueroso.
En fin, llegamos a Chiang Rai a eso de las 3 de la tarde, desde la terminal  nos tomamos una camioneta tuk-tuk compartida hasta el centro que costo 40B cada uno. Cuando llegamos nos encontramos en la terminal número DOS de Chiang Raí situada en el centro, donde se encontraba plácidamente descansando el bus del que nos habíamos bajado 20 minutos antes en la términos número UNO. Bien! Nota #1: Si vas a Chiang Rai no te bajes en la primera terminal que queda fuera del centro…esperá un poco.

De camino en el Green Bus.

De camino en Green Bus.

Fuimos directo a buscar un alquiler de motos para ir volando hasta el templo que sabíamos queda a 13 km del centro de la ciudad, antes de que nos cierre en la cara (cierra sus puertas a las 18hr). Las motos costaron 150 bahts cada una y la entrada al templo es libre.
Al llegar nos encontramos con el primer templo en Tailandia que nos dejó con la boca abierta, ya cansados de ver todos los templos y pensar “son todos iguales”, llegamos a éste para que rompa con toda nuestras estructuras. Este templo fue diseñado por Chalermchai Kositpipat, un artista que es conocido por mezclar el arte tradicional budista tailandes y el arte contemporáneo obteniendo como resultado una masa espectacular, brillante, súper impactante, y llena de controversias. El templo empezó a construirse en 1996 y aún está en proceso de desarrollo, se supone que va a contar con nueve edificios. Dejo que las imágenes hablen por si solas.

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Nirvana.

Nirvana.

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Locura

Locura

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Cuando estábamos paseando por el templo empezó a llover. Cruzamos la calle para refugiarnos de la lluvia, cada vez más fuerte, en un comedor de estos típicos al costado de la ruta bien chiquito, donde pedimos cuatro sopas de noodles calentitas (y picantes). Nos sentamos a comer mientras a cada segundo la lluvia se hacía más fuerte, y había más viento, y más lluvia. De repente una ola enorme de granizo azotó el techo de chapa debajo el cual nos estábamos refugiando, más otra ola fuertísima de viento empezó a volar todo lo que tenía enfrente, la vista se hizo completamente blanca de la cantidad de lluvia, viento y granizo que caía. No podíamos ver el templo gigante que estaba en frente ni nuestras dos mini-motos que estaban a 20 metros cruzando la calle, y el ruido era tan fuerte que no podíamos escuchar nada más que el granizo contra las chapas de la tormenta-huracán que casi nos lleva a todos juntos. Yo y mi mamá, junto con varias de las personas que atendían el comedor nos paramos bien en contra de la pared lo más lejos que pudimos de la calle completamente asustadas onda “ahora se vuela el techo y chau”…mientras que mi papá y Eze filmaban la tormenta parados justo en el mismo lugar como si nada pasara, les faltó seguir tomando la sopa antes que se enfriara!

Después del temblor.

Después del temblor.

Yo pensé que se volaba todo, de hecho la tormenta duro como máximo 5 minutos y destruyo a su paso todo lo que pudo. Al terminar habían pedazos de árboles por todas partes, conos señalizadores, sombrillas, toldos y chapas arrancadas, de camino vimos algunos carteles publicitarios todos doblados o desprendidos completamente y arboles partidos a la mitad tirados en la mitad de la ruta. Pasado el temblor, cruzamos la calle pensando que nuestras pequeñas motos estarían en el techo de alguna casa, y nos dimos cuenta que habíamos dejado los cascos enganchados del manubrio, por lo que estaban llenos de agua como cuatro piletas. Así que chorreando agua de las orejas volvimos despacito por la ruta esquivando ambulancias y chapas.
Lo mejor fue que al llegar a la ciudad nada había pasado ahí más que una leve lluviecita. Dejamos las motos y corrimos lo más rápido que pudimos a la terminal de autobuses para volver pronto al calor y la seguridad de nuestro hogar en Chiang Mai…pero cuando llegamos nos enteramos de que el último bus hacia Chiang Mai… chan-chan! Salía a las 17 horas. ¿Cómo?
Nota #2: El ultimo bus sale a las 5 de la tarde!

Ya completamente resignados le preguntamos a todos los tuk-tuk que habían y nadie iba a Chiang Mai más que taxis privados. Nos acercamos a uno a preguntarle precio y nos dice 2000 bahts (64 dólares!) ¿Whaaat? Mi papá (bajo la presión de la mirada de mi mamá, debo decirlo) dice si, vamos.
Nos subimos al taxi, un auto muy nuevo, muy grande, muy rosado y con el volante a la derecha. El taxista no hablaba ni dos palabras de inglés. Emprendimos el viaje de vuelta a eso de las 7 de la tarde. Íbamos todos medios dormidos, atrás mi mamá, Eze y yo, delante mi papá de copiloto por supuesto súper despierto. Entramos en esa atmósfera de silencio y relajación en el auto, típico de cuando vas viajando en autopista con el ruido del asfalto debajo que te adormece sí o sí. Yo me relajé y me dormí un rato. Por ahí se me da por mirar al chofer por el espejo retrovisor a ver qué tal iba y Oh! Sorpresa…veo que el tipo pestañea dos veces y se le cierran los ojos completamente. Les digo a todos “Por dios este hombre se va durmiendo!” Ahí empezamos todos ¿Qué hacemos, que hacemos? Y lo único que se nos ocurrió fue empezar a hablar en vos alta, cantar, aplaudir y el taxista totalmente confundido no entendía que pasaba pero al menos lo despertamos un poco. Al rato nos calmamos porque tampoco íbamos a estar todo el viaje gritando, y lo veo que vuelve a pestañear y se le cierran otra vez los ojos…pobre tipo luchando con el sueño al volante y con nosotros que lo volvimos loco! Ahí le decía yo a mi papá y él le pegaba unos sopapos en el hombro al grito de “Vamos que ya llegamos!”. Todo en español por supuesto sí que más daba, el hombre no hablaba inglés. Al final nos reímos mucho pero fue como… ¿Algo más nos va a pasar hoy? Esa tarde casi nos lleva un huracán tropical y a la noche casi nos mata un taxista que no durmió la siesta.  En fin, pasamos las dos horas de viaje empujándo al taxista y aplaudiéndole en las orejas para que no se caiga por un acantilado con todos nosotros adentro y nos mate. Al llegar intentamos persuadirlo de que duerma, que no vuelva manejando, que se tome un café o algo…pero no entendió ni una palabra, esperemos que no haya decidido volver a casa.

Al día siguiente de nuestra traumática estadía en Chiang Rai, no sabíamos bien que más hacer por lo que le preguntamos a nuestra anfitriona del DreamHouse a donde podíamos ir.  Nos mandó al lago Huay Tung Thao, un lago ubicado a 12 kilómetros de la ciudad. Llegamos en tuk-tuk y nos encontramos con un lago muy bonito, al pie de una montaña, con muchas cabañitas para sentarse a tomar algo o comer. Lo primero que hicimos fue, por supuesto, comer. Es un lugar lindo, con agua fresca para nadar, si se quiere, que viene muy bien como escapada del calor de la ciudad, y donde no se ven muchos turistas dando vuelta. Ese día éramos los únicos, el lugar estaba lleno de tailandeses haciendo picnic.

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Y aquel día era también domingo! El mejor día para visitar Chiang Mai ya que el centro histórico de la ciudad, dentro de sus antiguas murallas, se convierte en un inmenso mercado nocturno, lleno de ropa, comida, música, instrumentos, concursos y un rio de miles de  personas que caminan de aquí para allá, comprando, comiendo y hablando en cientos de idiomas diferentes.  Nos mezclamos con ellos. Esa noche comí el pollo frito más rico en uno de los puestos callejeros, típico plato tailandés, pollo frito sin más, pero éste tenía unas hierbas crocantes y chili por encima que le daban un sabor y un picor únicos.  Obvio que paramos en cada uno de los estantes de comida que vimos, comimos noodles, gyosas de todos los sabores y colores, salsas, pollo frito, picante y cerveza. Y todo esto en Tailandia, cruzando océanos y miles de ríos, a cientos de kilómetros de distancias culturales y reales, con mi Mamá, mi Papá y Eze… ¿Qué más puedo pedir?

Babilonia.

Babilonia.

Musica

Musica

Nuestra estadía de a cuatro termino el día siguiente a las 6 de la mañana cuando mis padres partieron en avión hacia el sur de Tailandia a disfrutar el resto de sus vacaciones en la playa. Nosotros nos quedamos dos días más los cuales dedicamos uno a hacer un curso de cocina, dos a hacernos el primer masaje tailandés justo antes de salir de Tailandia, y tres a visitar el Elephant Nature Park.
A los dos días nos dirigíamos camino a Chiang Khong, el ultimo pueblo fronterizo tailandés, donde íbamos a cruzar a Laos y a alejarnos de este país por un tiempo.

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