Primeros pasos por Centro América. Parte I.

Hace  11 días que estamos dando vueltas por la península de Yucatán, hasta ahora recorrimos cinco ciudades en auto y frenamos en muchos pueblos y pueblitos. Si bien no vimos muchas cosas súper impresionantes, los pueblitos por los que pasamos son lindos y coloridos, y yo sobre todo estoy disfrutando mucho de la “barrera levantada”, me refiero a la del lenguaje, el hecho de hablar el mismo idioma nos permite aprovechar tantas cosas más que en Asia o en Europa, me encanta hablar con esta gente son tan lindos! El común denominador en esta tierra es la increíble amabilidad de la gente, la curiosidad que se ve en sus caras al vernos, y la generosidad. Yo pensaba que México estaría plagado de “machos latinos”, tipos bigotudos mandones y machistas, pero estaba muy lejos de la realidad, aunque si son todos panzones y bigotudos, son amables, generosos y sobre todo muy dulces.

Pero empecemos por el principio…

Llegamos a Tulum después de tomar un taxi, un autobús, un avión, otro autobús, otro taxi, y 27 horas de viaje. Muertos de cansancio lo único que buscábamos era una ducha y una cama. A la mañana siguiente ya frescos, fuimos a visitar la playa. Nuestro hotel El Punto, tenía bicicletas incluidas lo que vino muy bien porque son imprescindibles para moverse por esta ciudad. Bicicleteamos hasta la playa medio desesperados por llegar, estábamos a diez minutos de distancia más o menos por una bici senda que va al costado de la ruta. Ya me habían dicho que la playa de Tulum es hermosa, pero al verla en primera persona me quedé con la boca abierta…guaaau! Es increíble, la playa más linda que vi hasta ahora, la arena más blanca, el agua súper turquesa, y pelicanos flotando por ahí! Lo mejor es que no había casi gente, y con las bicicletas podes ir a cualquier playa que se te antoje.

Arena y sol...

Arena y sol…

Es así, en Tulum hay “dos playas”, que en realidad es una sola, solo que hay dos formas de llegar. Bicicleteando por esta ruta hay un punto en el que se dividen dos caminos, uno va a hacia la izquierda donde están las pirámides y unas cuantas playas públicas como Playa Maya, El Paraíso y Santa Fe, y el otro hacia la derecha lleva a una playa larga a lo largo de la ruta que termina dentro de la reserva natural Sian Ka’an. Un paraíso que tenemos pendiente para dentro de una semana.
Pasamos en Tulum tres noches. No es una de esas ciudades típicas modelo turista a las que uno está acostumbrado, con una peatonal llena de negocios o bares y restaurantes a lo largo y a lo ancho, si bien existe un centro no se puede decir que es típico ni mucho menos peatonal, porque está ubicado a los costados de una ruta que atraviesa la ciudad, donde pasan camiones enormes todo el tiempo, por lo que esa calle en particular no es muy relajante. Aunque si se pueden encontrar algunos lugares interesantes y bien locales, como una parrilla de tacos que estaba bastante bien donde cenamos una noche la cual no recuerdo el nombre, pero el lugar que a mí más me gusto nos lo recomendó un señor que vendía hamacas en la calle principal y nos dijo que fuéramos a La tortuga feliz. Ahí nos dirigimos con nuestras bicicletas y encontramos un puestito pequeñito bien de barrio atendido por una familia, y fue nuestra primera experiencia con Sopes, Huaraches y gorditas. La señora hace todo casero y en el momento, incluidas las tortillas, y está buenísimo. Queda casi en frente del mercado de Tulum.

Fuimos a visitar las pirámides y la verdad es que no nos impresionaron en absoluto. El mar, y la playa siguen siendo las cosas más hermosas de esta ciudad, todo lo vale por ver esa playa. Lo mejor es relajarse simplemente y disfrutar del agua transparente, la arena blanca y los pelícanos suicidas que se tiran de cabeza al lado tuyo desde 10 metros de altura para pescar y después se quedan flotando como bollas por un rato.

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Para movernos por la península decidimos alquilar un auto. Lo alquilamos en Tulum, nos costó 240 dólares por 9 días aunque nos terminó saliendo menos de diez dólares por persona por día (porque ese precio era por 8 días y se lo sacamos por 9).
Emprendimos viaje hacia Valladolid, a 100 km de Tulum. Al llegar nos encontramos con una ciudad colonial, chiquita, linda. La gente es súper amable, y les gusta ver turistas por ahí, todos nos sonríen al pasar y muchos se acercaron a preguntarnos de donde éramos y a dónde íbamos.

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Encontramos un hostel hermoso, La Candelaria por el que pagamos 130 pesos cada uno. Los dueños son una familia de nicaragüenses y toda la gente que lo atiende es muy simpática. Las habitaciones son normales, nada muy especial, es una típica casa colonial con muchas habitaciones y un jardín larguísimo, pero es lejos, hasta ahora al menos, el mejor hostel donde me hospedé. Es hermoso. Tiene una cocina abierta en el jardín con un árbol en medio de las mesas, todo es colorido, las sillas todas de colores vivos y diferentes, cuadros y pinturas típicas mexicanas colgados de todas partes, al final del camino, al fondo del jardín hay un sector de lectura o relax, donde cuelgan tres hamacas paraguayas. Plantas a lo largo del jardín y haciendo de techo. El desayuno incluido era bastante completo y rico. Y el ambiente que hay en este hostel es  lo mejor, todos cocinando a la hora de cenar, compartiendo la noche al aire libre.
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En nuestros días en Valladolid visitamos Chichen Itzá, una de las pirámides más famosas de la península de Yucatán. La entrada cuesta 180 pesos mexicanos para extranjeros (13 dólares aprox.) Es un lugar muy extenso, hay que caminar bastante para recorrerlo todo lo cual no es ningún problema, el tema es que al menos para mí no fue muy impresionante, la pirámide no es tan grande como pensé que sería, hay muchos turistas por supuesto, y también hay muchísimos vendedores, están ubicados de ambos lados y a lo largo de todos los caminos y senderos posibles, aunque no molestan, al contrario son divertidos y al primer no te saludan y no insisten más.
Pero la verdad es que ninguno de los tres quedamos impresionados con la visita. ¿Será porque se aprecia todo mucho más si se hace con un guía? Puede ser.

Después de las pirámides fuimos a visitar el Cenote Samula, la entrada cuesta 52 pesos mexicanos (4 dólares aprox.). Es uno de los cenotes que nos habían recomendado más porque tiene una abertura en el techo de donde caen las raíces de un árbol enorme hasta el agua, y también porque el agua era clara y más limpia que las demás. Al llegar vimos si, las raíces del árbol colgando desde el techo aunque por alguna razón ya no llegan hasta el fondo, y el agua si es clara y limpia, hay algunos peces dando vueltas y luces artificiales de colores iluminan la cueva dándole dependiendo el color un toque copado. Está bien, sobre todo porque el agua es fresca y con el calor sofocante del exterior y estando lejos de la costa es una buena forma de refrescarse. Quizás se aprecie más si se lleva un equipo de snorkel. De todas formas está bueno visitarlo para darse un chapuzón.

En la ciudad de Valladolid, tan colorida y tranquila, visitamos una tequilera. Hicimos un mini tour de 20 minutos que es gratis, donde te explican de dónde viene el tequila y cómo se fabricaba tradicionalmente, casi a mano muy casero, y que de hecho en esta tequilera lo siguen haciendo hoy en día de esta forma. Al finalizar el recorrido hay una degustación, por supuesto. Probamos cuatro diferentes: el tequila blanco que es el más barato y el menos rico, que va derecho de la destilería a la botella. El reposado que ya es de color más dorado y menos fuerte porque se deja unos días reposando en barriles de roble. A este le siguió el tequila añejo que se deja reposando en estos barriles durante un año, es de color ámbar porque el barril está quemado por dentro y el sabor es mucho más suave y rico que los anteriores. El mejor de todos y el último que probamos es el extra añejo que se deja reposar más de tres años, y es increíblemente rico, de un color caramelo y es suave, nada que ver a lo que uno está acostumbrado, es sabroso y medio dulzón, de hecho estos tequilas color ámbar se toman solos, nada de limón ni sal. El limón y sal son para los baratos o “famosos” como José Cuervo que son intomables (y el limón de hecho es para impedir el vómito inmediato).
Para finalizar probamos un licor de frutilla hecho con tequila y un licor estilo Baileys también tequila, muy ricos ambos. Es un pequeño tour que está muy bueno para desasnarse sobre esta bebida que puede ser riquísima. Lo que no sabíamos en ese momento es que esta gente que hace los tours no cobra más que de las propinas, y nosotros nos fuimos muy contentos después de tener un tour súper divertido e interesante sin dejarle ni un centavo, pobre criatura.

Tequilera!

Tequilera!

A nuestra vuelta de Chichen Itzá pasamos por el supermercado a comprar carne y ensalada para hacer un asado en el hostel, y por supuesto Tequila. Pasamos una noche genial, compramos una botella de tequila añejo por 180 pesos, y Rob nos hizo probar otra manera de tomarlo, en lugar de sal y limón, canela y naranja…queda buenísimo! Es dulce y agradable, con limón y sal es una cosa peor que la otra, con este tequila añejo, más canela y naranja es una cosa espectacular!
Aquella noche cenamos casi todos los que nos hospedábamos al mismo tiempo y al final se nos sumó un chico californiano a la mesa, David que también era cocinero, con el cual compartimos la botella entera de tequila a shots.  Entre tequilazo y tequilazo se juntaron dos argentinos, un yanqui y un alemán. La pasamos genial.

Aquí algunas fotitos. Saludos!

Valladolid.

Valladolid.

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Iguanas en las pirámides de Tulum.

Iguanas en las pirámides de Tulum.

Chichen Itzá.

Chichen Itzá.

Hostel La Candelaria.

Hostel La Candelaria.

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En un micro pueblo…Pulp Fiction! Yeah!

QUE VIVA MÉXICO!!

Y QUE VIVA MÉXICO!!

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